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Segunda cita con Valencia: un encuentro con los sentidos

Fresca, tranquila y silenciosa fueron las palabras que llegaron a mi mente al recorrer, por segunda vez, las calles y el puerto de Valencia.

Hace tan solo unos cuantos meses me encontré con ella por primera vez para registrar con mi cámara la imponencia de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y la magia de sus empedradas calles.

Esta vez fue diferente, primero porque ya no iba en plan turista y segundo porque el otoño me mostró los cambios que experimenta una ciudad cuando se acaba el verano. En esta oportunidad, Valencia se mostró desierta, casi fantasma, pero al final del puerto en un prestigioso edificio, una de mis grandes pasiones parecía concentrar la vida de la ciudad en un solo lugar.

Un grupo de residentes, extranjeros, turistas y “amantes”, del que siempre nos roba sonrisas de satisfacción, apresurábamos nuestros pasos para llegar a tiempo a la cita anhelada. Apenas se ocultaba el sol cuando la feria de Grandes Pagos de España abrió sus puertas para celebrar con nosotros su X aniversario y deleitarnos con lo mejor de 26 bodegas de vino.

Había llegado la hora de encontrarme con una de mis bebidas favoritas y era el momento perfecto para deleitarme con la elegancia de tintos, blancos y rosados.

Antes de empezar el que sin duda sería un maravilloso viaje por los sentidos leí con detenimiento las reseñas de cada bodega, aunque aficionada, debo reconocer que me gusta analizar un poco la historia de cada casa y los años que llevan trabajando por y para el vino, así que me tomé unos minutos para leer el libro de la feria y escoger los vinos que quería catar.

Con lista y copa en mano, me acerqué a la primera mesa para probar el Santa Rosa Reserva de Enrique Mendoza, un vino tinto sedoso y estructurado que abrió con excelencia las puertas de mi paladar.

Paso seguido y ya conociendo la calidad y la filosofía ecológica de Can Ràfols Dels Caus, una bodega ubicada en el Macizo del Garraf cerca del Mar Mediterráneo, me dirigí a la mesa siete para degustar el Xarel.lo Pairal 2009, con seguridad, uno de mis blancos favoritos. Después de una explicación completa, precisa y emotiva por parte de su representante, me perdí nuevamente en el aroma fresco y exótico de este vino que se caracteriza por su armonía y cremosidad.

Quién no disfruta una copa de buen vino con este panorama?
Quién no disfruta una copa de buen vino con este panorama?

Posteriormente y aún con el sabor del Xarel.lo en mi paladar, me encontré con Miriade 2013, un blanco de ValleGarcía, el cual me sorprendió gratamente, primero por las particularidades de su uva (Viognier) y segundo por sus notas florales y afrutadas. Un vino sin extravagancias.

Aún sabiendo que en mi lista todavía quedaban blancos pendientes, mi paladar exigía volver a tocar mi talón de Aquiles: los tintos. Fue así como le aposté a la mesa 14, representada por la bodega Marqués de Griñón. De los dos vinos expuestos, el Svmma Varietales 2008 me encantó por la originalidad de su etiqueta y por su coupage (Syrah, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot).

Entre tapas y aperitivos, la mejor opción parecía ser la oferta de tempranillos, así que continúe mi recorrido con AALTO 2012, un vino elegante y complejo que lleva el nombre de su bodega y que en esta feria tuvo una muy buena acogida.

Al ver como varias bodegas se quedaban sin botellas para ofrecer al alto número de espectadores, decidí que la mejor opción era continuar con los favoritos de mi lista. Fue así como me dirigí rápidamente a la Bodega de Mauro para pedir el VS 2010, un tempranillo que fascina al paladar por su fuerza y que sin duda entra en mi top de tintos.

Finalmente, quise volver a probar la oferta de Numanthia. Para una segunda cita, después de haberlo catado por primera vez en Verema (Barcelona 2014), el encuentro estuvo inmejorable. Con el Termanthia 2010 y Numanthia 2010, los dos tinta toro, cerré mi recorrido con la sensación que solo deja el buen vino: placer, libertad y fiesta en boca.

Si al igual que yo, se considera un amateur de los vinos y siempre tiene un lugar para ellos en su mesa, empiece a probar distintas uvas y construya su lista de favoritos, a lo mejor y si contamos con suerte, algún día podamos hablar de un vino que lleve nuestro apellido. Recuerde: “soñar no cuesta nada” y además es gratis.